«La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos». Antonio Machado.
Vivimos en una sociedad de grandes avances tecnológicos. Hemos conseguido internet, móviles con acceso a datos en cualquier lugar y a cualquier hora, geolocalización, mapas, y todo lo que nos creíamos impensable. La información está al alcance de todos, y podemos tener acceso al conocimiento de todos los temas y áreas sólo a través de una pantalla. Deportes, trabajo, noticias, viajes, ocio, compras, marketing… todo está en la red. Todo, absolutamente todo tiene que ver con el verbo vivir, es decir, estar vivo. ¿Pero qué sabemos de la muerte? En la muerte no hemos avanzado, seguimos estancados, en la muerte no ha habido progresión ni la hemos integrado. No quiero pensar en eso ahora, no me apetece ver imágenes de dolor, no hablemos ahora de eso… no hablar del tema, porque hacerlo es como atraerlo, o eso es lo que se piensa. Pues la sociedad que viene marcada por la muerte desde el principio de la humanidad todavía sigue anclada en el tabú del silencio, un gran silencio.
Vida y muerte son las dos caras de la misma moneda. No hay vida sin muerte, ni muerte sin vida. Si nuestro final es la muerte, ¿por qué nos empeñamos en darle la espalda?
Vida y muerte son las dos caras de la misma moneda. No hay vida sin muerte, ni muerte sin vida. Si nuestro final es la muerte y todos vamos a pasar por ello, ¿por qué nos empeñamos en darle la espalda?
He vivido en primera persona el fallecimiento de mi padre, gran pilar en mi vida y el de toda nuestra familia. De un día al otro, sin más explicaciones, me convertí en ‘doliente’, es decir, persona que pasa por un proceso de duelo. Me vi inmersa en un torbellino de emociones, como el shock, la rabia, la tristeza y el dolor. De todo esto, lo que me ha sorprendido es la reacción de la sociedad ante la muerte. De repente, personas que creía lejanas se acercan, y personas cercanas sientes que se alejan. No saben reaccionar, no saben qué decir, no saben cómo acercarse a ti. De repente, para muchas personas te conviertes en un bicho raro, ya no te apetece hacer muchas cosas, te aíslas… el mundo ha parado para ti, pero el resto del mundo sigue su vida.
Pocas personas saben acompañar en ese proceso, pocas se atreven a preguntar, a hablar de tu ser querido, a nombrarlo.Ya no existe. Si no se habla, no hay dolor. Y entonces sientes la soledad del duelo, llorar en silencio, hablar de él sólo con las personas más allegadas y tener que salir de casa con una máscara. ¿A qué precio camuflamos nuestro dolor? ¿De verdad se piensa que la vida es fuerza y la muerte debilidad? Pues no hay mayor fortaleza que tener que afrontar la muerte de un ser querido en nuestra cultura actual.
No hay educación en la muerte. Debería ser una asignatura y trabajarlo desde bien pequeños para naturalizar algo que debería formar parte de nuestro día a día
La sociedad da la espalda, pasan las semanas y la gente piensa que ya debes estar bien, ya no toca estar mal. Y callas, en silencio, el dolor, los recuerdos, para seguir en una sociedad que no admite la muerte y el duelo. Nadie pregunta, se acercan fecha, cumpleaños, aniversarios… y nadie recuerda a esa persona, que hasta hace unos meses formaba parte de nuestra vida.
Los niños también sufren, a su manera, y no hay educación en la muerte. Debería ser una asignatura dentro del currículum y trabajarlo desde bien pequeños para naturalizar algo que debería formar parte de nuestro día a día. Cómo decía Elisabeth Kübler-Ross, «en la cultura de hoy en día, hay muy pocos modelos de duelo. Es algo invisible al ojo sin experiencia. No enseñamos a nuestros hijos cómo hacer frente a la pérdida. La gente no dice a sus hijos ‘Así es como te curas cuando fallece un ser querido, así es como lloramos’».
Cambiemos la perspectiva de la muerte, miremos con amplitud el dolor y aceptemos la pérdida cómo parte de la vida. Vayamos hacia un nuevo paradigma de la muerte, seamos conscientes del proceso y aprendamos a seguir pensando y hablando de nuestros fallecidos, porque la muerte rompe la relación con ellos pero nunca podrá romper el amor hacía ellos.
Resignificar la muerte es honrar la vida. No se muere quien se va, muere el que se olvida.
Un articulo de Maite Palacios